A lady who was working as a phone order representative for a textbook publisher tells this story. One very busy day many customers had been put on hold. When she took one of her waiting calls, she heard an annoyed lady on the line muttering to herself: “Darn, damn, damn, darn, darn!” She smiled and asked: “What may I help you with today?” After brief silence, the caller said: “I’m sorry I got carried away talking to myself here; I guess I was in too much of a hurry. I would like to place an order for some books.” The lady taking the order said, “That’s hardly the worst thing I heard today. Now, first I need your name.” “Oh dear,” the caller said, “How embarrassing. My name is Sister Patience.”
This little story might help us remember what St. James tells us in today’s second reading: “Be patient, brothers and sisters, until the coming of the Lord.” In our gospel, John the Baptist is now in prison. Was he becoming impatient because our Lord hadn’t rescued him? Didn’t Jesus claim, quoting Isaiah, that he had been sent “to proclaim liberty to captives?” One gets the impression from John’s preaching that he expected the Kingdom of God to come in a very short me. On the other hand, there’s always the possibility he was sending his disciples to Jesus so they would learn about Jesus and the marvelous things he was doing. I’m sure no one could know the motvation John the Baptist had for sending his disciples to Jesus to ask whether he was the one who is to come. Prophets can see things much more clearly than the rest of us can. The main point St. Matthew is making for the readers is that the work of Jesus shows that God’s kingdom has begun. The answer of Jesus to John’s disciples as to whether he is the expected Messiah sounds as if it comes right out of our first reading from Isaiah: “the blind see, the lame walk, the deaf hear, etc.”
Estmados parroquianos,
Un niño estaba dibujando un retrato, y su profesor se le acercó y le dijo: Ese es un retrato interesante. Dime algo de él. El niño le respondió: Es un retrato de Dios. Entonces, el profesor le dijo: Pero nadie sabe cómo es Dios. Lo sabrán cuando haya terminado, dijo el niño... Esta historia me trajo a la memoria una anécdota que escuché en estos días. Dicen que un hombre que escuchó una conferencia de la Madre Teresa de Calcuta en las Naciones Unidas, se acercó a la anciana religiosa y le dijo: “Hermana, le cuento que yo no creo en Dios. Soy ateo. Pero le aseguro que si Dios existe, debe ser muy parecido a usted”. Estando Juan el Bausta en la cárcel, oyó hablar de Jesús y envió a algunos de sus seguidores para que le preguntaran si él era de veras el que había de venir, o si debían esperar a otro. La respuesta fue muy clara: “Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena nocia. ¡Y dichoso aquel que no encuentre en mí movo de tropiezo!” Jesús no da explicaciones ni fundamenta su autoridad en teorías o doctrinas de ningún po. Lo único que pide es que se fijen en su comportamiento. Las señales son evidentes y cualquiera que tenga los ojos abiertos y los oídos atentos, podrá reconocer que él es el Mesías de Dios.
Fr. Alex Urena