Eucharist, Communion and Solidarity, June 2, 2002.
“AGAPE, PAX,” ORTHODOXY, ORTHOPRAXIS.
Often, in the primitive church, the Eucharist was called simply “agape,” that is, “love”, or even simply “pax” that is, “peace”. The Christians of that time thus expressed in a dramatic way the unbreakable link between the mystery of the hidden presence of God and the praxis of serving the cause of peace, of Christians being peace. For the early Christians, there was no difference between what today is often distinguished as orthodoxy and orthopraxis, as right doctrine and right action. Indeed, when this distinction is made, there generally is a suggestion that the word orthodoxy is to be disdained: those who hold fast to right doctrine are seen as people of narrow sympathy, rigid, potentially intolerant. In the final analysis, for those holding this rather critical view of orthodoxy, everything depends on “right action”, with doctrine regarded as something always open to further discussion. For those holding this view, the chief thing is the fruit doctrine produces, while the way that leads to our just action is a matter of indifference. Such a comparison would have been incomprehensible and unacceptable for those in the ancient church, for they rightly understood the word orthodoxy not to mean “right doctrine” but to mean the authentic adoration and glorification of God. They were convinced that everything depended on being in the right relationship with God, on knowing what pleases him and what one can do to respond to him in the right way.
From the writings of Pope Benedict XVI.,
Pax et Bonum
Fr. Trinidad
Eucaristía,Comunió y Solidaridad, 2 de juniode 2002. “AGAPE, PAX”, ORTODOXIA, ORTOPRAXIS.
A menudo, en la iglesia primitiva, la Eucaristía se llamaba simplemente "ágape", es decir, "amor", o incluso simplemente "pax", es decir, "paz". Los cristianos de entonces expresaron así de manera dramática el vínculo inquebrantable entre el misterio de la presencia oculta de Dios y la praxis del servicio a la causa de la paz, de que los cristianos sean paz. Para los primeros cristianos, no había diferencia entre lo que hoy se distingue a menudo como ortodoxia y ortopraxis, como doctrina correcta y acción correcta. De hecho, cuando se hace esta distinción, generalmente se sugiere que la palabra ortodoxia debe ser desdeñada: aquellos que se aferran a la doctrina correcta son vistos como personas de estrecha simpatía, rígidos, potencialmente intolerantes. En el análisis final, para aquellos que sostienen esta visión bastante crítica de la ortodoxia, todo depende de la “acción correcta”, con la doctrina considerada como algo siempre abierto a una mayor discusión. Para quienes sostienen este punto de vista, lo principal es el fruto que produce la doctrina, mientras que el camino que conduce a nuestra acción justa es un asunto de indiferencia. Tal comparación habría sido incomprensible e inaceptable para aquellos en la iglesia antigua, porque entendieron correctamente que la palabra ortodoxia no significaba “doctrina correcta” sino que significaba la auténtica adoración y glorificación de Dios. Estaban convencidos de que todo dependía de estar en la relación correcta con Dios, de saber qué le agrada y qué se puede hacer para responderle de la manera correcta.
De los escritos del Papa Benedicto XVI.,
Pax et Bonum P. Trinidad